COEDUCAR=EDUCAR EN IGUALDAD

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“Mi madre dice que mi cole mola, porque los profes y las profas nos dejan a las niñas jugar al fútbol en el recreo. También dice que le gusta ver a mi amigo Javier jugar con Miguel a las muñecas, incluso me anima a que pase más tiempo con Javier para que me enseñe a preparar comidas en su cocinita. Pero mi abuela suele decir que todo esto le parece raro, que, cuando ella era pequeña, lo normal era que las niñas estuvieran tranquilas durante el recreo hablando de sus cosas mientras que los niños jugaban al balón, pero mi madre no está de acuerdo y le dice que aquéllos eran otros tiempos…”.

A veces es tal el grado de asimilación de los estereotipos y prejuicios que ni siquiera logramos detectarlos, sin embargo, ese ejercicio de identificación es imprescindible si queremos lograr la equidad entre hombres y mujeres.

Estos roles comienzan a ser adquiridos desde el mismo momento de nacer, siendo la familia, el entorno social, la escuela, los medios de comunicación y el trabajo los principales ámbitos donde se aprenden los estereotipos sexuales.

Las escuelas no se desarrollan impermeables a la sociedad, y la sociedad sigue siendo machista, por ello la coeducación comienza a ser una línea de acción importante en algunos centros escolares. La escuela, por lo general, es una entidad de peso en la trasmisión de valores y comportamientos para los niños y para las niñas, de ahí que sea junto a la familia, la primera que deba dar ejemplo de cara a lograr una sociedad no sexista.

Coeducar significa, precisamente, educar en común y en igualdad, al margen del sexo de las personas. Significa detectar todos los estereotipos asociados a lo masculino y lo femenino, ser conscientes de ellos, reflexionarlos y poner en marcha las medidas necesarias para eliminarlos de nuestro lenguaje y de nuestro comportamiento, potenciando aquellos aspectos que quedan anulados por el hecho de asumir los roles de género: la afectividad en los varones o el desarrollo profesional en las mujeres.

Se suele ver a las escuelas como instituciones donde, por definición, hay respeto y son equitativas. A menudo escucho que por el simple hecho de haber conseguido una escuela mixta y, así, tener niñas y niños bajo un mismo techo estudiando los mismos contenidos académicos es motivo de igualdad. Pero uno de los fracasos actuales de la educación es mantener la cosmovisión de que, en las escuelas, como conviven niños y niñas, se vive con igualdad. Sabemos que no es así; cuando la escuela no dispone de un proyecto coeducativo de centro y una voluntad para trabajar desde esta óptica, reproduce las desigualdades sociales que observamos fuera de las aulas. La verdadera innovación en las aulas sería la de no reproducir el modelo patriarcal; si la innovación no es coeducadora no es innovación para todos y todas.

Por ello, es absolutamente necesario que el profesorado adquiera las herramientas necesarias para identificar los aspectos sexistas, cuestionar su propia práctica y promover la transformación de las relaciones de género, convirtiéndose en referente para los niños y niñas con los que se relacionan.

Sabemos que sin una conciencia de género presente en los claustros, lo que pasa fuera de las aulas se reproduce.

Por suerte, cada vez hay más centros y más municipios que quieren dar el paso de ser solamente escuelas mixtas a ser escuelas coeducativas, escuelas que rompen con los estereotipos y roles de género. El motor de estos cambios, en ocasiones, son municipios que incorporan la coeducación como pieza de su estrategia local en pro de la igualdad, junto con las familias o un profesorado comprometido con que su escuela produzca cambios sociales.

Sin coeducación será imposible asumir actitudes y comportamientos que conduzcan a establecer relaciones sociales, entre hombres y mujeres en cualquier ámbito, ya sea en la calle, familiar o al mundo laboral. 

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